Mi alma anhela y desea tu presencia

 




“¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Aun el gorrión halla casa, Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos”

 Salmo 84:1-5



Hoy debemos entender que dependemos por completo del Creador cada vez que respiramos. Su inmutabilidad es una consolación firme. La Palabra de Dios nos dice que no debemos confiar en criaturas, pero si en Dios. Jeremías 17:5 “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová”.


No importa lo inestables que seamos, lo inconstante que sea todo a nuestro alrededor, Dios no cambia. Si cambiara como nosotros, si pensara hoy una cosa y mañana otra distinta, ¿cómo podríamos colocar nuestra confianza en Él? Pero, Él siempre es el mismo, sus propósitos son fijos, su voluntad estable, su Palabra segura y su amor eterno.
Por eso, así como el salmista debemos tener un lenguaje de gratitud y amor hacia Él. Cuando amamos a alguien, en todo momento queremos estar con esa persona. Debemos anhelar la presencia de Dios, amarlo y amar a su iglesia, a nuestros hermanos en la fe que son el templo del Dios vivo.


“Cuán amables son tus moradas”; quiere decir que el lugar donde nos encontremos con Él, debe ser un lugar de gozo, donde queramos estar. Encontramos gozo, no en el hermoso edificio, sino en la oración, el canto, la enseñanza, la predicación y la comunión.
Nuestro ser debe anhelar estar en comunión con él y adorarlo. “Todo nuestro corazón y nuestra carne”, es decir nuestra alma y cuerpo deben estar involucrados en esa adoración. La analogía del gorrión y la golondrina que hallan casa y nido cerca de los altares de Dios, enfatiza que el lugar de seguridad y descanso es cuando vivimos bajo el amparo y el cuidado de Dios.


Este salmo encierra tres bienaventuranzas: “Bienaventurados los que habitan en tu casa. Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Dichoso el hombre que en ti confía”. Es dichoso, es feliz, aquel que vive en comunión con Dios y confía en su poder. Cuanto más nos demos cuenta de nuestra flaqueza y debilidad humana, es cuanto más debemos apropiarnos de las fuerzas de Dios, para ser capaces y fuertes ante las circunstancias de la vida. Todas las dificultades se cambian en oportunidades de servicio y crecimiento, cuando permanecemos con Dios. Cuando tomemos en serio su palabra y confiemos plenamente en Él, entonces sus caminos estarán verdaderamente en nuestro corazón.
Recordemos, que Dios siempre nos dará los medios para andar en sus caminos, pero somos nosotros los que tenemos que caminar.


Amado Señor, cuanto anhelo estar cerca de ti. En tu presencia hay plenitud de gozo y delicias a tu diestra. Dame tu fuerza para resistir las tentaciones y situaciones adversas de la vida, mi confianza está puesta solo en ti, Dios de mi salvación. Quiero que tus caminos siempre estén en mi corazón. Amén.






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