Queremos estar cada día en tu presencia
Jesús siempre apartó tiempo para orar y buscar el rostro de su Padre, para saber qué decisiones tomar en su ministerio terrenal. Nosotros debemos aprender lo mismo; antes de iniciar nuestras actividades, necesitamos entrar en la presencia de nuestro Dios y aquietar nuestra mente y corazón.
Dice que estando entre la multitud «vinieron a Él sus discípulos y Él empezó a enseñarles». Un seguidor es simplemente un espectador de lo que Dios hace, pero un verdadero discípulo es el que sube al monte, escucha lo que Jesús dice y actúa como un ciudadano del reino de los cielos, intentando, en el poder del Espíritu, acercar este reino a los perdidos.
No podemos ser bienaventurados (felices) en este mundo, a menos que busquemos a Cristo y permitamos que su palabra gobierne nuestra vida. En el monte, Él le enseñó a sus discípulos cuál era el bien que debían buscar, el mal que debían aborrecer y qué debía abundar en su corazón.
Si queremos vivir para Dios, debemos estar dispuestos a pagar el precio de ir en contra de la corriente de este mundo; debemos estar dispuestos a dar, cuando todos quitan; amar cuando todos odian; ayudar cuando todos abusan; implica seguir a Jesús a cualquier costo.
Señor, enséñame a ir siempre a tu presencia, al monte, para buscar el reposo y la serenidad que necesito para tomar decisiones correctas en mi diario caminar. Quiero experimentar la dicha de ser bienaventurado. Amén.
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