“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”.
Aunque existen numerosos métodos de evangelización, campañas evangelísticas donde presentamos el sencillo mensaje del evangelio, la manera más contundente de atraer otras personas a Cristo es contando nuestra propia historia. El testimonio personal es la oportunidad que tenemos de contarle a otros lo que Cristo ha hecho en nuestra vida.
Aunque muchos de los que nos escuchan no conocen a Jesús y quizás piensan de Él, como pensaban los fariseos de ese entonces, que lo consideraban un lunático, un charlatán, un pecador y hasta un endemoniado por las señales que hacía, podemos decir como el ciego: “si es pecador, yo no lo sé, lo único que sé es que Él me salvó, me sanó, me liberó, me transformó, etc”.
La Palabra de Dios está llena de testimonios de hombres y mujeres cambiados por el conocimiento y el poder de Cristo, además millones de personas siguen testificando sobre la transformación de sus vidas al haberse encontrado con Jesús. Vemos profetizada en el Antiguo Testamento una dimensión de la obra del Mesías en Isaías 29:18 dice: “En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas”; y eso fue lo que hizo Cristo.
La sanidad de este ciego debería ser la señal más clara de su divinidad, apoyando el reclamo que le hacían los religiosos de su época porque decía ser el Hijo de Dios. Este episodio reúne los dos aspectos del ministerio de Jesús, el de ser la luz del mundo que ilumina a los que creen, pero a la vez el que resulta en juicio y ceguera espiritual para los que lo rechazan. Nuestra ceguera no fue física pero el Señor nos sanó de nuestra ceguera espiritual, para que diéramos testimonio de lo que ha hecho en nuestra vida.
Jesús repudia el vínculo automático entre el pecado y el sufrimiento, los fariseos asumieron que el hombre estaba ciego porque había nacido sumido en el pecado. Y ante la pregunta de sus discípulos: ¿Quién pecó éste o sus padres?, Jesús les dice que ni él, ni sus padres, esto sucedió para que la obra de Dios sea evidente en su vida.
Jesús sana a ese hombre con sus palabras y sus manos tocándolo con profundo amor y respeto. Cuando el hombre dio su testimonio de sanación atacaron a Jesús, veamos Juan 9:16“Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos”.
Este hombre solo cuenta su historia una y otra vez, no tiene las respuestas para todas las preguntas complejas que le hacen los religiosos; cuando finalmente se siente frustrado por el cinismo y escepticismo de los fariseos, les manifiesta que no sabe las respuestas a todas sus preguntas, pero dice: “lo único que sé es que habiendo yo sido ciego, ahora veo”.
Este es el poder del testimonio, esta es una forma casi incuestionable para responder a las objeciones que nos hacen sobre Jesús: “antes éramos así, ahora somos diferentes”. Es la diferencia que Jesús ha hecho en nuestras vidas, por eso, contar nuestra historia es uno de los aspectos claves para comunicar nuestra fe a los que nos rodean, como lo fue para ese ciego en esos tiempos.
3.- Oración
Señor, quizás mi testimonio no es tan dramático como el del ciego de nacimiento, pero todos tenemos una historia que tiene poder para acercar a otros a Cristo, por eso, ayúdanos a contar nuestro testimonio desde nuestro corazón, con honestidad y autenticidad. Gracias por el poder de nuestro testimonio cuando mostramos que ahora somos diferentes, oro para que mis hermanos en la fe puedan testificar de lo que Cristo ha hecho en sus vidas, ayúdanos como iglesia a ser una comunidad conocida por nuestro amor, lealtad, bondad y fidelidad de tal manera que otros se sientan atraídos hacia ti. En el nombre de Jesús, amén.
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