La ley de la libertad. Parte 1




Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.



En la cruz del calvario, el Señor Jesucristo nos dio la ley de la libertad, la cual es una ley liberadora, porque nos libera de la esclavitud del pecado, de la maldición de la muerte y del infierno. Pero lastimosamente, todavía los hijos de Dios no comprenden la magnitud de esta verdad. Hemos vuelto a vivir el evangelio como si fuera una nueva ley que se debe cumplir en la fuerza del hombre, en el temor y la represión espiritual. La ley de la libertad, escrita con sangre en la cruz, no es un permiso para el libertinaje, sino una garantía de nuestra nueva naturaleza; si hemos nacido de nuevo, el pecado no nos puede esclavizar y tener derrotados. Si nos identificamos con esta verdad y la practicamos, no tenemos porque volver al pasado y vivir una vida sin fruto. El regalo precioso de la salvación, nos ha dotado de absolutamente todo lo necesario para vencer las tendencias al mal que antes gobernaban nuestras vidas. Somos libres no para pecar, al contrario para hacer lo que agrada a Dios, por medio de su Espíritu, algo que antes era imposible en nuestra carne. Sin embargo como seres libres, muchos nos dejamos engañar de falsos evangelios, de temor y religiosidad, volviendo atrás y como consecuencia viviendo vidas en derrota, lejos de los propósitos de Dios. Tomemos ésta libertad y empecemos a vivir hoy agradando verdaderamente a Dios en lo que pensamos, hablamos y hacemos.



Señor, muéstrame lo ancho y profundo de tu amor derramado por mi en la cruz, y guíame a vivir en la libertad que tu me diste con tu muerte y resurrección para vivir una vida productiva y victoriosa.
Amén.






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