La ley de la libertad. Parte 2

 




De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; // Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Gálatas 5:4-513



La fe que obra por amor, es la sustancia de la práctica diaria del evangelio, ya que está por encima de cualquier religión o práctica externa.


Un verdadero cambio de actitud frente al pecado no viene de esfuerzos humanos sino de la fe. Toda transformación en nuestras vidas es producto de la fe, de la certeza y convicción profunda en la obra redentora de Jesucristo, a esto la Biblia le llama “El justo por fe vivirá”. ¿Si nuestra salvación inició por fe, como va a llegar nuevamente a la ley para podernos santificar?, desde luego que no, mi santificación no radica en mi esfuerzo moral intelectual, sino en la aceptación en mi vida de lo que soy en Cristo y de la obediencia a su guía. Esta es la diferencia entre el cristianismo y una religión, una relación viva, diaria, con Jesús que habita en mí y que por medio del conocimiento de su palabra soy santificado. Jesús lo declaró en una oración al Padre, “Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad” (Juan17:17). La fe no es fe en algo, sino en alguien, en la persona de Jesucristo, el hijo de Dios, que por amor a mí se entregó hasta la última gota de sangre.


Señor, santifícame en tu verdad, tu palabra es la verdad que cada día me santifica, me enseña quien soy yo en ti. Amén.







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