La ley de la libertad. Parte 3

 




Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

 Romanos 8:1-4



Somos libres, no en nuestro propio entendimiento o fuerza, sino cuando permitimos que el Espíritu que hay en nosotros nos guíe.


Andar conforme al Espíritu, significa estar de acuerdo, en sintonía permanente con Él. Empezamos este proceso, alineando nuestro pensamiento al pensamiento de Dios escrito en su palabra y luego colocándolo en práctica. El Espíritu me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte, porque mi carne, mi ego, no pueden someterse a Dios. Solo a través de un cambio de corazón podemos practicar la verdad de Dios, sujetarnos a la ley de Cristo mediante el amor, viviendo cada día guiados por su Espíritu y obedeciendo cada día su voz. Hacer morir las obras de la carne es un proceso donde abandonamos todo impulso a satisfacer lo que la tendencia pecaminosa desea, donde vamos entregando el volante de manejo de nuestras emociones, sentimientos y voluntad a Cristo. Por esto El Espíritu Santo, por medio de la vida de Pablo enseña que ya no vive él, sino Cristo, y que en la práctica lo que vive es por fe en Jesús. He aquí el secreto: “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11).



Gracias Señor, me gozo en saber y entender que ya no sirvo al pecado ni a la carne, si ando de acuerdo al Espíritu Santo. Gracias por tu amor derramado en mi que ahora puedo brindarlo a los demás. Amén







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