La negación de Pedro
“Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También este estaba con él. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también este estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.”
Pedro el que le había prometido al Señor estar con Él hasta la muerte (Lucas 22:33), es el mismo que leemos que pocas horas más tarde lo negó. Esta es una historia que impacta mucho, pues es en realidad sorprendente, pero que claramente nos debe llevar a reflexionar de manera personal, porque este es uno de los ejemplos más reales de nuestra debilidad como seres humanos, y con el cual nos podemos identificar perfectamente.
Por lo que, es de considerar hermanos, las veces en que nosotros nos levantamos y nos disponemos con excelentes intenciones a hacer todo para la gloria de Dios, pero sin oración. Preguntémonos en cuántas ocasiones sin ser el deseo ferviente de nuestro espíritu, hemos terminado negando al Señor, cuando quizás respondemos sin amabilidad, mentimos o somos injustos con los demás. Estas son actitudes que claramente también niegan nuestra fe en el Señor y que denotan nuestra falta de oración. Por cierto,
¿ya oraste hoy o mejor estás confiando en tu buena intención?
¡Padre!, cuántas veces he deseado agradarte y termino negándote, pues me ha faltado mucho orarte. Sé que muchas veces me siento fuerte, pero mi realidad es que soy débil, y dependo de ti cada día y a cada momento. Gracias a ti, Señor, porque siempre estás atento, pero te pido que dispongas mi corazón para tu encuentro, en Jesucristo nuestro Señor, amén.
Comentarios
Publicar un comentario