La procrastinación. Parte 1
“Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.”
¿Quién no ha postergado para otro día las obligaciones que tiene que hacer hoy? Podríamos decir que la mayoría de nosotros hemos experimentado este mal hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables, por miedo a enfrentarlas y/o pereza a realizarlas; pero ¿por qué lo hacemos? Por las emociones. ¿Hemos notado que en el momento en el que tenemos que enfrentar alguna tarea en particular nuestra mente juega un papel importante? Pues si permitimos que en ella se alberguen pensamientos correctos, terminamos teniendo emociones correctas que nos impulsan a desempeñar nuestras tareas sin ningún tipo de problema, pero ¿qué pasa cuando permitimos lo contrario? Que, al tener pensamientos equivocados, se generan emociones equivocadas, tales como: no encuentro esta tarea placentera, me hace dudar de mis capacidades, genera en mí baja autoestima, ansiedad e inseguridad, es mejor no hacerla. Y es ahí donde radica la importancia de mantener nuestras emociones de manera equilibrada.
Padre, quiero obedecerte cada vez que me lo pidas, quiero dirigirme sin dudar, al lugar que tú me digas, pues muchas veces quizá como Jonás he corrido hacia otro sitio, lejos de tu presencia; pero como dice el Salmista, ¿a dónde podría huir de ti, si tú estás en todas partes? No habría lugar en el que pudiera esconderme o escaparme. Señor ya no quiero pasar más tiempo procrastinando, quiero ser en todo momento diligente, aceptando tu llamado y cumpliendo cada tarea que me has encomendado, amén.
Comentarios
Publicar un comentario