Disciplina
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”
“pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.”
Teniendo en cuenta lo que dice la Escritura en Hebreos 12:6a, “Porque el Señor al que ama, disciplina,” debe ser de nuestra total aceptación y sumisión que, conforme Dios lo disponga para cada uno, recibamos su disciplina. La disciplina que viene de Dios se entiende no sólo como un acto de castigo o corrección, sino más como un proceso de entrenamiento, enseñanza y dirección para hacer lo correcto. Hebreos 12:5b dice “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;” sino que, por el contrario, nos hemos de sentir muy amados y privilegiados, pues el Señor nos está tratando como a hijos (Hebreos 12:7-8).
Hay un propósito muy especial y grande por el cual somos disciplinados por el Señor, y es para que participemos de su santidad, cuanto más el Señor nos corrige esas malas conductas y nos enseña y guía a hacer lo justo, más se va formando en nosotros el carácter santo de Cristo, y esto aunque nos cueste en nuestro interior y nos cause tristeza, finalmente producirá en nosotros un mayor gozo, pues experimentaremos el descanso que Jesús promete cuando dice “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;” (Mateo 11:29).
Hermanos, no nos cansemos de someternos a Dios y de resistirnos a nuestros deseos pecaminosos, sino que perseveremos en el conocimiento de la voluntad de Dios y permitamos que el poder transformador de su Espíritu nos convierta en esos hijos santos, humildes y obedientes que Dios quiere hacer de cada uno de nosotros.
Padre bueno, qué bendición ha sido el ser adoptado como tu hijo, pues tengo al mejor y más excelente Padre, a ti que eres bueno y perfecto. Gracias por cada día permitirme crecer en tu conocimiento y someterme a tu autoridad, pues sé que aunque frecuentemente me ejercitas en disciplina, lo haces con propósito y amor, gracias, Señor, amén.
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