Santificado sea tu nombre, parte 1
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
“sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”
Cuando en mi conducta manifiesto un carácter santo, quiere decir que el Señor se está santificando en mí o, en otras palabras, Él está mostrando su santidad en mi vida. La santidad son las acciones buenas, justas y santas que solo son posibles en nosotros por la presencia, el poder y la obra de su Espíritu Santo que habita en nuestro corazón (Ezequiel 36:23-27).
Como hijos de Dios, marcados por su Espíritu y rociados con la sangre preciosa de su Hijo, nuestro llamado es a santificar el nombre del Señor dejándonos guiar por la voz de su Espíritu que nos dirige hacia su voluntad, con el fin de mostrar en nosotros el carácter santo de Dios, y que se vea entonces así, el cumplimiento de esa importante y profunda petición que realizamos cuando oramos el Padre nuestro diciendo: “santificado sea tu nombre” (1 Pedro 1:2, Mateo 6:9).
En Juan 17:17 está registrada una de las peticiones que el Señor Jesús le hace al Padre por sus discípulos, dice “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” Y su palabra asegura que, por la obra salvadora de nuestro Señor Jesucristo, nosotros los creyentes hemos sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, para que ahora por su Espíritu Santo lo que se manifieste en nuestra manera de vivir sea un fruto de santidad (Romanos 6:22, 1 Corintios 1:2).
Adicionalmente, en 1 Corintios 1:2,30, se nos revela que cada uno de nosotros, los que hemos recibido a Jesucristo como Señor y Salvador, por su obra ya hemos sido santificados, y entonces la exhortación es a que nos mantengamos en esa condición mediante la comunión con el Espíritu Santo, para que finalmente por esas acciones santas, buenas y justas que se manifiesten en nosotros, los demás puedan glorificar a Dios por su bondad y santidad.
Padre, gracias por tu Hijo Jesucristo; gracias porque su obra salvadora me ha hecho libre del pecado y siervo de la justicia, anhelo Señor caminar en esta verdad y ya no presentar los miembros de mi cuerpo para el pecado y la iniquidad, sino para hacer lo correcto y vivir en santidad, amén.
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