La creación y la paternidad de Dios
“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer;”
Qué hermoso ver a Dios desde el inicio de la creación preparando todo lo necesario para poner al hombre en este lugar tan especial (el Edén, el paraíso); esto me recuerda al tiempo de preparación en el que una pareja de esposos se dispone a recibir a su hijito en lo dulce de su morada, al querer lo mejor para él, preparan su cuarto para que esté cómodo, compran la ropa y demás implementos con tal de que no le haga falta nada. Cuán bello es pensar que lo mismo hizo Dios con nosotros, preparó todo lo necesario para que estuviéramos bien, y aunque Su anhelo siempre fue el mejor, lastimosamente a causa de nuestra desobediencia (que nos llevó a cometer pecado) esos propósitos divinos se vieron afectados en nosotros, pues comenzamos a experimentar enfermedades, muerte, y una separación en nuestra relación con Dios, cosas que no hacían parte del propósito del Señor.
Al pensar en esto y ver que ese propósito de Dios (de que nos mantuviéramos en esa santidad y obediencia al Señor) se afectó, me llevaba a entender el dolor que el Padre experimentó, pues aunque había creado lo mejor para nosotros y nos quería conducir hacia ello, quisimos tomar nuestra propia decisión, basándonos no en la voluntad de Dios sino en nuestra propia opinión. Si eres padre o madre entenderás de qué estoy hablando, pues seguramente habrás experimentado este dolor, al ver que, aunque le has tratado de inculcar y dar lo mejor a tus hijos para que actúen conforme a ello, ellos han determinado hacer su propia voluntad, seguramente te habrá dolido ver los malos resultados que todas estas malas decisiones les habrán ocasionado.
Queridos hermanos lo que el Señor anhela es que: primero, reconozcamos que Dios siempre ha querido lo mejor para nosotros, como su palabra lo manifiesta en Isaías 55:8-9, y segundo, retornemos a ese diseño original en donde Dios nos instruye y nosotros con total certeza y confianza le obedecemos pues su Espíritu Santo nos lleva a entender que Su voluntad, como buen Padre que es, siempre será buena, agradable y perfecta.
Padre, me has dado cosas que no merezco, como tu amor, protección, perdón, entre muchas otras más, y esto solo comprueba lo hermoso de tu carácter, pues como el buen Padre que eres no me pagas conforme mi iniquidad sino conforme a lo grande de tu misericordia. Gracias Padre por amarme de tal manera, amén.
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