Sí y Amén
“Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.”
Cuando Dios por medio de su Palabra toca tu corazón por el Espíritu y tú crees que lo que se está diciendo es directa y especialmente de Él para ti, entonces has recibido una promesa de Dios.
Inicialmente pasa que, muy contentos y emocionados por la bondad y el amor de Dios, estamos muy seguros y confiados creyendo firmemente que nada ni nadie nos podrá quitar o robar lo que Dios nos ha dado; sin embargo, fácil y rápidamente solemos desviar nuestra mirada de Él y ponerla en las circunstancias que nos son contrarias. Muy frecuentemente esas circunstancias son nuestras mismas faltas o pecados; entonces nos culpamos, nos condenamos y no nos vemos dignos de merecer las bondades o las bendiciones de Dios.
Pero, una verdad trascendental que debemos memorizar y guardar en nuestro corazón es la revelada en 2 Timoteo 2:13 que dice: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” Hay una diferencia enorme entre el carácter de Dios y el nuestro, y, por lo tanto, no debemos dejarnos atormentar o engañar; ciertamente la Escritura dice que nosotros tenemos pecado; no practicamos el pecado, pero eventualmente sí caemos en él, así que, lo que debemos hacer es confesarlo, reconocerlo delante de Dios y, con humildad pedirle que por la sangre de su Hijo Jesucristo perdone nuestro pecado y nos limpie de toda maldad (1 Juan 1:7-10).
Finalmente, contrario a nosotros, tenemos un Dios fiel, justo y santo que por la sangre derramada en la cruz por nuestro Señor Jesucristo no sólo nos perdona todos nuestros pecados, sino que todas y cada una de sus promesas para nosotros son un verdadero Sí y un certero Amén.
Padre de amor, muchísimas gracias por tu bondad y fidelidad hacia cada uno de tus hijos en Cristo; gracias por no pagarnos conforme lo merecen nuestras rebeliones, sino por tu perpetua misericordia y bondad, oh Jehová; te alabo y te bendigo Padre Santo, Justo y Bueno, amén.
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