Sal de la cueva
“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender”.
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz”.
Este salmo nos quita las máscaras del engaño y la hipocresía que a veces estorban nuestra relación con Dios y la vida de la iglesia; pues Él sabe y conoce todo de nosotros, nuestros más íntimos pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. Es un Dios omnisciente. Nos lo enseña no con conceptos abstractos, sino con hechos concretos de la vida cotidiana. Él nos examina y puede discernir nuestras necesidades más íntimas. Es una verdad maravillosa saber que nos conoce personalmente, no somos un número más, somos sus hijos, sabe cuándo nos levantamos, nos sentamos, caminamos y nos acostamos, es decir la totalidad de nuestro día.
Aún más, lee nuestros pensamientos, conoce nuestros proyectos, sueños, deseos, anhelos y propósitos. Nada se escapa de su conocimiento, esto debería alegrarnos, al saber que su Presencia jamás se va; como dice el salmista “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano”, manifestando de esta manera su protección y cuidado que nos da seguridad. Nuestra mente finita no alcanza a comprender cómo sabe todas las cosas, Él conoce detalles de millones de personas a la vez.
Dios es omnipresente; está donde quiera que nosotros vayamos, donde está el Espíritu de Dios, allí también está su Presencia. No hay lugar en el universo donde uno pueda escapar de Él, su Presencia es infinita, todo hace parte del universo que Él creó y que señorea. No podemos huir de Dios, en cualquier situación por oscura que sea, nos asirá con su diestra, nos sostendrá y nos guiará.
Recordemos cuando Elías huyó porque tenía miedo y se escondió en una cueva; era un hombre de carne y hueso, sujeto a las mismas pasiones y necesidades espirituales que nosotros, estaba amenazado de muerte y perseguido por la incredulidad de Israel. Es aquí donde Elías se encuentra con Dios. Y es aquí donde Dios le hace dos veces una pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?”, y le ordenó: “Sal fuera y ponte sobre el monte en presencia del Señor”. (1 Reyes 19:9,11,13)
Esa misma pregunta nos la hace hoy: ¿Qué haces aquí?; no sé qué situación nos tiene escondidos en la cueva, pero es el momento de salir y escuchar su voz. Entremos en su Presencia, solo ahí encontraremos su respuesta, su dirección y su respaldo, su amor inagotable es nuestra defensa.
Señor gracias por que tu Presencia irá conmigo y me darás descanso; gracias por caminar a mi lado y por no dejarme. Aunque las situaciones parezcan difíciles, no puedo huir ni esconderme de los problemas, porque todo lo sabes y conoces cada pensamiento en mi mente, tengo la certeza de que tu diestra me asirá para que no resbale, ni caiga, Amén.
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