Bendición y privilegio de la resurrección
“Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”
La Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, sin duda es un acontecimiento de gran victoria y gozo para la comunidad creyente, pues significa que el sacrificio realizado por el Señor sí fue agradable y aceptado delante de Dios, lo que nos permite entre otras cosas, tomar de manera personal con toda seguridad y confianza la palabra declarada en Salmos 32:1-2 que dice “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.” Bienaventurados somos hoy y todos los días de nuestra vida, los que creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador.
Ahora bien, junto con esta nueva libertad del pecado, la culpa, la condena y todo lo que nos mantenía atemorizados y esclavizados, ha llegado un nuevo propósito y sentido a nuestra vida, pues es el Señor por medio de su Palabra hablándonos hoy las palabras mencionadas después de su resurrección, que básicamente nos confirman que nuestro entendimiento ha sido abierto y hemos sido investidos de poder por medio del Espíritu Santo (Juan 14:26, 16:12-15, Hechos 1:8), lo que nos concede el enorme privilegio y bendición de compartir las buenas noticias de salvación a todo aquel que hoy todavía esté en oscuridad, derrota y condenación.
Hermanos, somos testigos del gran poder transformador que tiene el sublime amor de Dios manifestado en la obra de salvación, y somos conscientes de que es todo lo que necesitan nuestros semejantes para que sus vidas sean cambiadas, prosperadas y bendecidas; de manera que, vivamos cada día en el amor, poder y dirección del Espíritu Santo para que continuamente su fruto en nosotros podamos ver reflejado y compartiendo el mensaje de amor y salvación, el corazón de otros sea llenado.
Padre Celestial, en este día te queremos alabar por hacernos partícipes del gran gozo y privilegio que nos proporciona la resurrección de nuestro Señor y Salvador; gracias por levantarlo de la tumba y exaltarlo hasta lo más alto; hoy te pedimos que avives el fuego de tu Espíritu Santo en nosotros para que cada día por tu amor, poder y dirección seamos transformados y usados para bendecir la vida de otros, por la gracia de Jesucristo, amén.
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