La paz de tu presencia.
“Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”.
Cuando pasamos por grandes dificultades, la duda y el temor se apoderan de nosotros y quizás podemos estar diciendo palabras hirientes como las que los discípulos de Jesús le dijeron aquel día en la barca: “¿no tienes cuidado que perecemos?, en otras palabras ¿no te importa lo que nos está pasando? Su miedo ante las circunstancias que estaban viviendo y su incredulidad hicieron que se olvidasen de una actitud correcta hacia el Señor. La verdad es que en momentos de angustia, a veces no sabemos lo que decimos y podemos estar ofendiendo y renegando del Señor.
Señor, cuando la vida me envuelva en una tempestad de duda, tensión e incertidumbre y no sepa qué hacer, vuelve mi mirada a ti para verte a mi lado, para que mi fe no falle y entienda que tú harás tu voluntad, trae paz a mi ansiedad y enséñame a confiar en tu amor que nunca falla, perdóname si he dicho palabras que ofenden tu majestad y poder. Amén.
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