Consagrándonos de nuevo
“Que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos”.
“Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.
Nehemías vivía en Susa la capital del reino persa y estaba trabajando como copero del rey. Recibió la visita de su amigo Hanani quien le trajo malas noticias sobre Jerusalén, su ciudad natal estaba derribada, desprotegida y sus hermanos en gran calamidad. Él lloró de tristeza, hizo duelo y buscó el rostro de Dios. La manera cómo tomó la situación es algo que debemos aprender, porque una buena actitud tendrá una buena respuesta. Muchas veces la manera como afrontamos las dificultades puede marcar una gran diferencia en la solución de estas. Cuando Nehemías recibió la noticia sobre Jerusalén, entró en una actitud de arrepentimiento que lo llevó a ayunar y a clamar a Dios, toda esta situación hizo un cambio en el corazón de Nehemías. Cuando hay un arrepentimiento sincero viene un avivamiento personal que lleva a la acción.
En su clamor le reclamó al Señor las promesas que le había hecho a Moisés de que, si su pueblo se arrepentía de todos sus pecados y guardaba sus mandamientos, Él los recogería de donde estuvieran dispersos y los volvería otra vez a la tierra que juró que les daría, Nehemías 1:8-9.
Se determinó reconstruir los muros de Jerusalén y reedificar su ciudad, por eso, pidió al Señor su favor delante del rey para solicitar permiso y los recursos que requería para la reconstrucción, diciendo: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey”, Nehemías 1:11.
No sé en qué situación estamos en este momento, si nuestros muros espirituales están derribados por el pecado, por las adversidades de la vida y necesitamos volver a Dios. Reconozcamos que tenemos motivos para clamar y que debemos levantarnos en arrepentimiento genuino, pidiendo perdón y pidiéndole al Espíritu Santo nos ayude a reedificar los muros de consagración a Dios, a restablecer nuestra relación con Él; a volvernos al Único que puede ayudarnos y entender que una buena actitud trae una buena respuesta del Señor y sus promesas van a ser notorias y reales en nosotros.
Mostremos verdaderos frutos de arrepentimiento, que pueda haber una genuina contrición personal que nos lleve a motivar a otros a un arrepentimiento colectivo, levantando los muros de consagración a Dios, donde el enemigo no pueda traspasar la barrera de santidad de nuestro corazón y levante la iglesia a reedificar su vida espiritual para permanecer firmes hasta el fin.
Señor, hoy clamo a ti; como Nehemías reconozco que he pecado, te he fallado y no he obedecido tus mandamientos, por eso se han arruinado los muros espirituales, vuelvo a ti en arrepentimiento, pidiéndote perdón, quiero consagrarme nuevamente a ti, a reconstruir mi relación contigo, aviva mi corazón para poder animar a otros a buscarte, se que cumplirás tus promesas y me rodearás de tu favor, amén.
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